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La sociología como "improvisación"

Miriela Fernández



Recuerdo que una amiga cubana, periodista, que estudió también el Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas en la Ibero, me dijo justo cuando empezaba mi trayecto por estas aulas que aquí había vivido una crisis de identidad. No solo le era difícil considerarse periodista. Algo podía alarmar más, y, al mismo tiempo, parecía deslumbrante: los estudios de doctorado movieron y ampliaron el terreno firme que había transitado como estudiosa de la comunicación.

En mi caso, a punto de graduarme del doctorado, puedo decir que estos años me han colocado más cerca de los músicos. ¿Cómo es posible que, después de cuatro años leyendo básicamente libros de sociología, antropología, y desarrollando junto a profesores y profesoras, estudiantes y entrevistados una investigación sociológica, pueda decir que me he preparado para la improvisación? ¿Cómo es posible equiparar el acto de tocar música al de hacer investigación? ¿Cómo se llega a decir, con el tono de Howard Becker, que la sociología, y específicamente la sociología de la cultura, es improvisar?

Lo que sigue es un intento por desentrañar esa metáfora en pocos minutos. No puedo hacerlo hablando solo de mi investigación. Necesariamente la respuesta lleva a hablar en síntesis de este doctorado de la Ibero y de una línea como la de sociología de la cultura, y de mis interacciones con ese mundo, que emergen en el estudio con el que finalizo esta etapa, un trabajo que está lejos de ser una improvisación en solitario.


¿Qué es improvisar?


Que un estudio de Claudio Bézencry despertara el interés de otras líneas del doctorado de Ciencias Sociales y Políticas y no solo de la línea de sociología de la cultura, como ocurrió aquí semanas atrás, fue una evidencia de que la cultura tiene un peso para entender fenómenos sociales. Estos últimos, ya sean políticos, religiosos, deportivos, etc., no se consideran fuera del campo cultural.

Esa idea se materializa en la existencia de una propuesta dedicada al análisis cultural, que no significa un cierre en sí misma, sino una apertura al abordaje de problemas de diversa índole, pero enfocándolos a partir de la inmersión en las configuraciones culturales, transformaciones culturales, relaciones entre aliados culturales, incluso en mundos percibidos como opuestos o atravesados por procesos globales.

Teniendo en cuenta mi vinculación a esta línea durante los años de estudio, es el escenario que más ha aportado a la respuesta que propongo.

La sociología de la cultura, como la música, busca una conversación con los otros, llegar a una armonía, de ahí que se improvise en la medida que los demás hacen lo suyo. Pero, ¿qué es improvisar?


En primer lugar, asumir la sociología como improvisación tiene que ver con entender las experiencias o la cultura, según ha dicho Geertz, como “trama de significaciones” y con la puesta en escena de un repertorio para llegar a ellas.


Se sabe que, en las transformaciones de la sociología, la sociología de la cultura ha sido de las primeras disciplinas abiertas a la renovación, y que hemos ido pasando de intentar hallar y establecer reglas y generalizaciones sobre el funcionamiento de lo social a la búsqueda de relaciones dentro del dinamismo social, a pensar relacionalmente desde las evidencias empíricas del espacio social que abordamos.

Esto ha significado apertura, pero no renuncia a los clásicos. Hemos aprendido, al ver tocar a otros y otras durante estos años, que los clásicos de la sociología y de la sociología de la cultura, parafraseando a dos sociólogos culturales, no se toman como “cajas de cambio”, sino como herramientas y también, motor. La práctica evidencia cómo son tomados desde la visión menos ortodoxa. Como incluso lo hemos visto en estos días, se trabaja con estos autores y autoras sin etiquetas, y a partir de la apropiación de sus aportes teóricos y categorías más allá de límites supuestos o establecidos. Bourdieu es revisado tanto para hablar de la reproducción del mundo social como de resistencias. Y además, para dialogar sobre la transgresión de representaciones simbólicas y emocionales establecidas en un territorio, a partir de nuevos sentidos y disposiciones que configuran otros universos.

La sociología como improvisación es cambiar de ritmo de acuerdo a lo social, entrar en sintonía con lo que sucede en esos espacios. Por tanto, es poner la cultura sociológica en función de estrategias de investigación para cada caso de estudio. Esto se dirige a la creatividad. Hacerla método permite ampliar tanto los marcos conceptuales o teóricos como el conocimiento de lo social.


En segundo lugar, la comprensión de esas significaciones a través de un repertorio abierto también conlleva entender que quien practica la sociología es parte, se ubica, en ese escenario. A la hora de dar cuenta de las significaciones que se estudian, ha sido usual el diálogo con otras disciplinas académicas y también la reflexividad. De igual modo, paulatinamente empieza a hacerse más fuerte el vínculo con otras maneras de hablar de la realidad social. Aun cuando las técnicas de validación del trabajo sociológico siguen construyéndose dentro del campo, sus modos de análisis y presentación se abren a otras representaciones. Así, prácticas visuales, sonoras, musicales, artísticas, la escritura creativa, la ejemplificación dramatúrgica, el uso de las tecnologías, etc., resultan tanto datos como medios. Se incluyen en este proceso de creación para conversar con otros.

No obstante, la sociología está atravesada por lo real. Quienes hacen sociología se enfrentan a la demanda del análisis duro —para emocionalidad, el arte—.


Como dice, Howard Becker, la inclusión de algunos recursos, como la fotografía, ha permitido captar con mayor detalle visual las experiencias que se estudian. Sin embargo, lo que se está proponiendo desde hace algún tiempo, según este autor y de acuerdo a lo que gana énfasis en la línea de sociología de la cultura, es que, sin dejar de trabajar en la recolección de evidencias y el procesamiento de datos de manera que se logre tocar una realidad a fondo o captar el sentido entre “estructuras superpuestas”, se pueda construir una experiencia sensible para otros. Esto significa acercar de otra manera los resultados o llegar a conversar sobre estos desde un lenguaje menos tradicional, aunque no menos académico. Un lenguaje donde lo afectivo también pueda vivenciarse.

Así, volviendo a la idea de la sociología como improvisación, no se trata de hacer algo espontáneo ante una problemática. En este caso, la improvisación es la combinación entre lo que hacen los sociólogos y las sociólogas, es decir, entre la cultura sociológica adquirida al verlos tocar entre lecturas y charlas sobre sus propias investigaciones y las de otros, y la creatividad. Es poner en práctica “la imaginación sociológica” y “la imaginación social”, no solo para el “descubrimiento” de las significaciones en términos de Geertz, sino para llegar a ellas y poder conversar, asumiendo otras representaciones de lo social. Esto incluye proponerse recrear “la realidad física” que estudiamos. De esa forma, la sociología como improvisación tiene que ver, en última instancia, con la búsqueda y producción de relaciones en la trama social y cultural en la que estamos, sin que se dejen de lado los debates que se generan mientras esto sucede.


En mi investigación sobre quienes escucharon y crearon metal extremo en Cuba, surge que la disposición estética del artista es diferente a la establecida por un campo. Es experiencial; está conectada con el deseo expresivo de los devotos del metal en sus circunstancias. Improvisar en sociología es encontrar la emoción y el lenguaje de nuestro repertorio, acorde al mundo social en el que entramos y cómo nos afecta. Es observar, interpretar, separar y volver a juntar realidades, conformar relaciones, resignificar o elaborar conceptos, como lo han hecho otras y otros, mientras experimentamos nuestras propias emociones y decisiones, debatimos con quienes nos acompañan y/o escuchan, corregimos y volvemos al mundo de estudio. Se trata de un ciclo en el que intentamos captar la cultura que otros conocen, practican, que es pública y, sin embargo, “está entre líneas”.

En la experiencia de conversar y encontrarnos con otros, improvisar es crear un repertorio en colectivo, con el que se va estructurando, nombrando y comunicando un universo. Ese ciclo es inacabado, queda abierto al discurrir y la complejidad de la propia vida social.


Esto es lo que puedo decir brevemente sobre hacer sociología. Agradezco a los profesores y profesoras del departamento que me han permitido verlos tocar y que también me han acompañado a improvisar, especialmente a los de la línea de sociología de la cultura, a las profesoras Teresa Márquez, directora de tesis, Patricia de los Ríos y Marisol López, y, por supuesto, al profesor Juan Pablo. También a mis compañeras y compañeros de estudio y a quienes han sido parte del seminario de sociología de la cultura. A todos les debo estar más cerca de la identidad de músico, como he querido siempre —soy una músico frustrada—, aunque solo sea posible a través de esta escena.

¡Muchas gracias!

*Este texto fue leído por la doctoranda Miriela Fernandez Lozano, del Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas, con ocasión de recibir la "Pluma de Iniciada" , distinción que otorgan los profesores de la Línea de Investigación de Sociología de la Cultura del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas, reconociendo el proceso de trabajo y la calidad de la tesis conseguida a través de los cuales se demostró las cualidades académicas y personales para ser considerada una colega más y una Iniciada en el mundo de la investigación.

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