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El dato como dispositivo de pensamiento.

TERESA MÁRQUEZ

Noviembre, 2017.






Los apuros de un fin de semestre escolar superponen, angustiosamente, lo que está por terminar con lo que todavía no empieza. Así, mientras no terminaba de definir cuáles serían los alcances de los trabajos de fin de curso de mis alumnos, debí enviar "lo antes posible doctora", la propuesta para un curso optativo de posgrado para el próximo periodo.

El contenido ya estaba decidido semanas atrás, se trataría de un curso de análisis cualitativo de datos asistido por computadora. En medio de mis urgencias por cumplir con éste y otros plazos, no pude evitar detenerme a reflexionar sobre lo que es un dato y la dificultad que tienen los tesistas para comprenderlo y actuar en consecuencia.

La etimología de las palabras no es siempre la mejor manera de entender su significado y, en este caso, puede ser incluso contraproducente. "Dato" proviene de la expresión latina datum, cuyo significado es "dado". La idea a la que remite su raíz latina es que se trata de un hecho o una información que resulta evidente y concreta. La manera como legos e iniciados usan la palabra va incluso en este sentido. "Busca más datos", "¿dónde están tus datos?", "ve a levantar datos", son frases que solemos decir quienes dirigimos tesis asumiendo que es algo que se sabrá reconocer al verlo y que, en consecuencia, existe ya constituido fuera de la práctica del investigador. De modo que "buscarlos, ubicarlos y levantarlos" bastaría para que queden incorporados pertinentemente al corpus de la investigación.

A esta concepción ingenua (esto es, no problemática) sobre el dato llamo en mis clases el síndrome "caperucita canti baili", en honor a mi profesor de análisis musical quien nos explicaba con indignación que las notas musicales no son frutas tiradas en el bosque como las que Caperucita Roja recoge alegremente mientras canta y baila y es acechada —sin saberlo— por el Lobo Feroz. Las notas conforman temas, nos decía, y éstos a su vez integran una estructura musical reconocible. Por tanto, el músico es un pensador de notas, no un mortal que se gana la gracia de las musas por su carácter sensible y emotivo.

El dato, como es entendido en un contexto de investigación social (y en particular en el cualitativo), es una construcción conceptual que apunta a un hecho de la realidad. Dicho en clave epistemológica, es en sí mismo, por acotado que parezca, un sistema conceptual integrado por definiciones conceptuales y unidad referencial (1).

Como toda construcción, el dato necesita materiales y habilidades del orden del hacer. En particular, me parece clara la manera como Ian Dey identifica que describir, clasificar y conectar son los haceres o las prácticas que permiten que el dato emerja de esa amalgama de materiales y habilidades (2).

La observación, cuyo objeto de atención puede ser una escena social o un libro, no se consuma yendo al campo (donde sea que éste se ubique) o "bajando" un PDF. La observación como producto del observar, proviene de una práctica informada o, al menos, conformada. Esto pasa por entender que al observar no estamos dirigiendo la mirada a entidades físicas que producen una imagen en nuestro cerebro. Dicho más simple, una observación no se transmite por la visión ni por ningún otro sentido, aunque experimentar puede ayudar a comprender tal como la aflicción y la ira de los Ilongotes se lo revelaron a Renato Rosaldo (3).

La observación que construye datos requiere que hayamos aprendido a observar de manera que las secuencias de esa escena social o las páginas de esos libros, no parezcan un todo amorfo e indivisible y, la estrategia para lograrlo, es nombrar lo que vemos. Mientras más rico sea nuestro bagaje teórico más informada y reticular será nuestra observación. Aunque no todo erudito es un buen observador, el constructor de datos necesita ser un ávido lector.

Observar y describir no son meros pruritos del director de tesis, el imperativo etnográfico del diario de campo señala ya la importancia de la descripción en la construcción del dato. De hecho, para serlo, un dato debe estar registrado y profusamente descrito en notas de texto, números, audios, fotos o videos. Así, las anotaciones en el diario de campo o las fichas bibliográficas, no son instrumentos de memoria sino dispositivos de pensamiento.

Pensar las notas de campo como catálogos que deben nombrar y describir las observaciones ayuda a discriminar lo útil de lo anecdótico. Preguntarse qué estoy en realidad viendo cuando veo tal o cual interacción, es más útil que preguntarse prematuramente por qué. Al igual que plantearse de qué forma parte eso que observo, es una manera de evitar los triunfalismos parroquiales, y de sustituir el particularismo por la generalidad. Ambas cualidades de la buena descripción.

Donde es quizá más notoria la práctica de investigación que constituye al dato, es en el trabajo de clasificación que acompaña o procede de la descripción. Sea que se concrete en primarias tablas sin nombre en las columnas, o agrupaciones o jerarquías mínimas, cualquier intento de taxonomía contiene un principio ordenador tácito o explícito.

"Toda clasificación es una teorización", repetía un compañero de mis años de estudios de doctorado cuando nos comentaba divertido la cantidad de documentos secundarios que generaba cuando escribía un trabajo escolar. En lugar de borrar párrafos fallidos o inadecuados para el desarrollo argumental que lo absorbía, creaba con ellos nuevos documentos que nombraba en un esfuerzo por hacer explícita la razón por la que quedaban fuera a fin de —mediante contraste— aclararse para sí mismo (y para el profesor) en qué consistía lo que quedaba dentro. Avanzaba pues por diferencias y distancias, de modo que no se trataba de cualquier clasificación banal o procrastinadora, superficial o arbitraria, sino de lo que Mahnet y Bunge llaman sistemática, esto es, objetiva, realista y profunda (Op. Cit).

Por último, la tercera práctica que construye un dato es conectar. Esta puede ser la más difícil de las tres y es donde, a mi parecer, el buen investigador se revela. Muchos confunden conectar o vincular datos con tomar un pedazo de teoría y ejemplificarla con alguna anécdota o conjunto de hechos. O bien, con mostrar hechos y explicarlos artificialmente con teoría, cuando en realidad, no hay atajos posibles. El dato queda construido en el momento que somos capaces de hacer teoría el hecho, de lograr una simbiosis entre unidad referencial y abstracción teórica, de modo que la enunciación misma del dato se entiende solo en un contexto de anidamiento conceptual.

El dato no solo informa sino que explica. Deviene pertinente y valioso solo a la luz de una teoría y es solo en relación con ella que el dato sistemático y categorial, se constituye como tal al adquirir sentido, pertinencia y poder explicativo.

Referencias

1. Mahner, Martin y Mario Bunge. (2000). Fundamentos de biofilosofía. México: Siglo XXI.

2. Dey, Ian. (1993) Qualitative data analysis. Londres: Routledge.

3. Renato Rosaldo. (1991). Cultura y verdad. Nueva propuesta de análisis social. México: CNCA-Grijalbo.


TERESA MÁRQUEZ

Noviembre, 2017.



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